El [s̶i̶n̶ ]sentido del año nuevo

Yeye Balám
4 min readJan 2, 2021

Me he encontrado por cierta red social el circular de este meme, tremendamente curioso por la pretendida ironía que expone su leyenda complementada por la famosa imagen. ¿Pero es realmente tan absurda la celebración de «año nuevo»?

El primer absurdo que encuentro en la leyenda (además de las mayúsculas, supongo que habrán versiones del mismo meme con el texto mejor cuidado) es todavía mucho más absurdo que el absurdo que pretende evocar, a saber, una supuesta consciencia del universo y la existencia, tal que facultados de ojos cósmicos, estos son capaces de ver y concebir significados tan trascendentales que, si volcaran su presunta atención sobre nuestro planeta, no encontrarían significado alguno y pasarían de largo. Pero esto mismo ya derriba el absurdo evocado para construir un sentido, porque incluso aunque sea una fantasía, una quimera, esa idea de un universo consciente es en sí misma una proyección de nuestra propia consciencia (y racionalismo puro y duro, no formal, pero racionalismo).

No obstante recuperemos el absurdo prescindiendo de la quimera:

Cuando todos festejan alegremente el año nuevo pero recordás que el tiempo es un concepto construido por los humanos y el año nuevo no es más que una convención social insignificante.

No ahondaré en la concepción de tiempo, que en este meme hace referencia más a los ciclos naturales que al propio tiempo como una magnitud física o metafísica. En este caso «tiempo» refiere a ese fenómeno cíclico que experimentamos por estar el planeta en una órbita estable, con una inclinación estable marcado unas estaciones que se suceden constante una y otra vez.

La filosofía griega comenzó con la contemplación de estos ciclos regulares, y nos siguen cautivando. La metáfora de «ciclo» es tremendamente apropiada para figurarse este fenómeno. Pero he aquí una cuestión de contrastes: la vida humana es en un sentido lineal, se {nace → se crece → se muere}. Principio y fin. En cambio, las estaciones, las fases de la luna, las mareas, etc., se suceden cíclicamente. Esta realidad es inherente a nuestra existencia, y por ello nos es inevitable querer marcar puntos de apertura y cierre. Lo arbitrario de los años en los calendarios es la ubicación de la marca. Para los romanos era al inicio de la primavera boreal (comenzaba en marzo), para nosotros en pleno invierno/verano (según hemisferio), para los chinos aun quedan algunas semanas antes de año nuevo (¡que deberíamos celebrarlo también!), y para los musulmanes lo fue el pasado agosto. Lo interesante es notar que a pesar de lo arbitrario de la marca, los ciclos en los que se basan (si es calendario lunar o solar) no son nada arbitrarios, sino que se mantienen estables por muchísimo tiempo.

Entonces resulta que establecer una marca de inicio/fin para eso que llamamos «año» es arbitrario, pero no absurdo. Y ahora cabe preguntarse ¿por qué las culturas humanas conciben calendarios? Y leyendo un poco pronto nos daremos cuenta que no solo lo es por la contemplación de los fenómenos naturales cíclicos, sino que se concibieron con una función capital: marcar los tiempos de siembra y cosecha.

Nuestro calendario es herencia del romano (con muchas modificaciones a lo largo de su historia). La llegada de la primavera era importantísima para aquellos romanos, que tenían que cultivar y guerrear, así como también los ciclos anuales servían para establecer los límites de tales o cuales cargos públicos.

Es decir, una mirada, todavía superficial, pero más atendida del calendario nos revela que en su arbitrariedad no es nada absurdo, sino todo lo contrario, lleno de sentido, porque las civilizaciones ponen en marcha sus ciclos con sus «años nuevos». Resulta que, de hecho, el año nuevo tiene mucho sentido, y tanto sentido demanda de nuestra naturaleza pomposa celebración.

Pensar sobre el año nuevo no nos descubre el absurdo de la vida, sino todo lo contrario, nos sirve de herramienta para marcar sentido en el sentido de camino. Y si hay camino, ruta, meta, entonces no hay absurdo, no logramos ver a Sísifo haciendo una no-tarea, pasando pena por el absurdo al que está condenado. Pero del absurdo hablaré más adelante.

En fin, que como el universo no es una quimera consciente (ni nos importa ahora lo que en efecto sea), pero nosotras las personas, sí que somos conscientes pero no quimeras, hemos concebido calendarios por su utilidad, poniendo una marca arbitraria de inicio/fin que, por muy arbitraria que sea, nos sirve para determinar rutas, caminos, metas, en suma, sentido, y por tanto celebrar año nuevo, en la cultura que sea, se manifiesta como una festividad llena, repleta, rebosante de significado, tanto que, llegada la marca arbitraria, en estas Honduras, necesitamos darnos el gusto de quemar el año viejo y estallar el cielo, con más pirotecnia que metáfora.

¡Feliz año nuevo!

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Yeye Balám

Estudiante de filosofía y por ratos carpintero, informático y poco más.