Metafísica desde el tercer mundo

Yeye Balám
5 min readDec 18, 2020
Sección de la Portada de la edición de Porrúa¹

Recién acaba de terminar el tercer periodo académico de 2020 en la UNAH, un periodo atípicamente complicado. Y lo fue aun más de lo usual considerando que ya es difícil estudiar cualquier carrera universitaria cuando se vive en un país sometido a una tiranía que, sumado a su corrupción antisocial, este 2020 como guinda nos enfrentamos al embate de una pandemia y dos huracanes. Eso sí, aguantamos estóicamente cada porrazo, quizás hasta más de lo debido y de lo sano.

Pero lo anterior es parte de las circunstancias, del tercer mundo, de vivir en una nación sintética a la que le fabricaron un «nacionalismo» que concibió una sociedad que busca con desespero el mito de una «identidad nacional» a la que agarrarse, sin saber que el mito no tiene semejante cosa para ofrecer. Y no obstante, es lo que hay, y de lo que hay se construye mundo. Al menos a eso resuelvo que me invita Ortega y Gasset en sus lecciones de filosofía y metafísica.

Seguramente, a primera vista resultará extraño que con tanto problema en carne viva que pasa la mayoría de la gente en el centro de este istmo caribeño, alguno(a)s fulano(a)s nos matriculamos a la carrera de filosofía y pretendamos estudiar y hablar de metafísica. Pero en realidad no es tan extraño, si se lo piensa un poco, es más ¡precisamente por ello!

Y es que en este mundo que nos toca, que es el que hay, encontramos a raudales carencias y disgustos, tal que nos descubrimos dando tumbos tratando de «cambiar esas realidades» de carencias y disgustos.

Una vía de esfuerzos ha sido casi mecanicista, dando tantas cosas por supuestas. Cosas tanto de la tiranía como de la oposición, que parece todo estancado en la tradición y que todo sea en la tradición, por la tradición y para la tradición. ¿Qué otra disciplina cuestiona los supuestos más radicales sino la metafísica? No es la ciencia positivista, o mejor dicho, utilitarista, que opera sobre varios sistemas de supuestos. Bien nos los advierte Ortega y Gasset, «Las ciencias son una constante apelación a la filosofía¹».

¿Pero cómo trascender de los pasillos y de la actitud pasiva? Después de todo parece que no somos más que cuatro gatos hablando de metafísica en los pasillos del F1 y luego toda filosofía se disuelve en esos mismos pasillos con el andar de sus docentes y estudiantes. Porque no es que haga falta academia, quien prestara atención a esas charlas de pasillos pronto notaría que aunque poca y en devenires disgregados, en este tercer mundo hay profunda y buena academia, profunda y buena filosofía, que bien podría llegar a ser útil, pero que no lo es (entre otras cosas) por lo que sí falta: difusión.

La filosofía debe estar al servicio de las sociedades, se configuren como se configuren, tengan las circunstancias que tengan. En esto hay que ser marxistas, no ser filósofo(a)s tan solo para explicar el mundo dado, sino para transformarlo, para ocuparnos del mundo. Y si las circunstancias del mundo son adversas, más urgente es llevar la razón filosófica a los devenires y debates nacionales, o mejor dicho, populares (y hasta populistas). La negación de la filosofía (que es la negación de la razón) y el fetiche del utilitarismo (aunque no se piensen con esas categorías) son parte del lastre que mantienen el pensamiento hundido pero no profundo.

Por tanto, ¿qué pinta la metafísica en esto? ¡Pues que la metafísica es filosofía! Es la «filosofía primera» diría Aristóteles. Y con razón, a breve examen. Urge buscarla, estudiarla, hablar de ella con todo y errores; yo el primero, que seguramente cometeré imprecisiones, incluso con errores garrafales, pero de todas formas quiero tratar de dejar volcado fuera de mi cerebro el resultado de algunas de las reflexiones que comenzaron en los cubículos austeros de una universidad de estas Honduras. Lo hago por lo ya dicho, y sí, también con cierta esperanza en que uno que otra se anime a compartir sus pensamientos metafísicos, y ¿quién sabe? quizás en algún momento, ya no lo hablemos solo con artículos por Internet, sino (pasada la pandemia) ante propios y extraños, agitando cerebros; hay que atreverse a apuntar alto. ¿O cómo vamos a ser filósofo(a)s transformadore(a)s sin hacer el verdadero esfuerzo de filosofar contra corriente?

Ahora, ¿pero por qué metafísica? Yo digo metafísica porque vengo siguiendo a Ortega. Entiendo por metafísica toda la filosofía. Me explico: a mi entender, La metafísica estudia cuatro problemas fundamentales: el problema del ser (ontología), el problema del conocimiento (gnoseología), el problema del hacer y del deber (ética) y el problema de la belleza (estética).

¿Y la política? Pues me adscribo a la idea de que toda la política es parte de la ética. Ha sido un error separarlas. Son las costumbres, la tradición, lo que nos demanda constituir algún régimen político, es decir, las costumbres preceden al Estado, y el estudio del hacer y del deber es menester de la ética. Por eso entiendo a la política (y a la economía-política) no como un estudio inmediatamente «fundamental» de la metafísica, sino como un estudio suscrito al estudio de la ética.

Es por eso que encuentro urgente tratar estos temas. La imposición del régimen que tenemos es producto de una sucesión de falacias y un desprecio por la ética. ¿Cómo vamos a hacer verdaderos debates políticos, culturales, morales, etc., sin considerar a la ética? ¿Y cómo pretendemos considerar a la ética sin el resto de la metafísica? He dicho que el régimen es producto de una sucesión de falacias ¿cómo vamos a estudiar las falacias sin la lógica? ¿Y a la lógica sin los principios de razón suficiente y de no contradicción? ¿Y a estos principios sin ontología y gnoseología? ¿Cómo vamos a hablar de cultura y arte sin la estética? Todos los fundamentos del mundo, del tercer mundo en el que vivimos, que nos es dado, son filosóficos, son metafísicos, pero la tradición vigente nos ha obligado a darlos por supuestos, sin dejar margen para también debatir los mismos.

Advierto, eso sí, que yo no pretendo con esto procurar dar las respuestas que solucionen cada problema (empresa más allá de mis posibilidades individuales), pero sí hacer algo de ruido, de agitación para traer a colación estos debates más allá de los pasillos del F1, traerlos, sí, a las redes sociales, pero también a las pláticas con las amistades, al barrio, a cada cabeza que se pueda alcanzar (por pocas que sean). No pretendo, pues, ninguna quimera, pero sí una sesuda y necesaria utopía: hacer metafísica desde el tercer mundo, hacer filosofía desde una Honduras golpeada, sintética, pero viva.

[1] ¿Qué es filosofía? y Unas lecciones de metafísica, Editorial Porrúa, México DF, 2012

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Yeye Balám

Estudiante de filosofía y por ratos carpintero, informático y poco más.